El Viaje Nocturno y la Ascensión fueron una gran bendición otorgada a Muhammad, el Profeta de Dios. Fue un viaje que comenzó en la Masyid Sagrada de La Meca, luego se trasladó por los cielos hasta la Masyid Al-Aqsa en Jerusalén y continuó finalmente hacia arriba, a través de los siete cielos hacia la presencia de Dios Todopoderoso. Mientras viajamos a través de los siete cielos con el Profeta Muhammad, es importante recordar que los lugares que visitamos no son parte del Paraíso.

En el idioma español generalmente utilizamos la palabra cielo en el sentido del plano espiritual o de la felicidad eterna, la recompensa por una vida correcta y lo opuesto al Infierno, el lugar del castigo eterno. Sin embargo, este no es siempre el caso; la palabra cielo proviene del latín caelum[1], y se utiliza para designar la atmósfera o la parte más elevada de algunas cosas. Eventualmente, cielo perdió su sentido original de lugar donde se encuentran los cuerpos celestes, y comenzó a implicar principalmente Paraíso. En árabe, sin embargo, siempre han existido dos palabras que se utilizan separadamente, sama y yannah. La palabra sama es utilizada para los cielos (el espacio sobre nosotros), y éstos son parte del mundo temporal que será destruido el Día del Juicio. Pero la palabra yannah denota Paraíso, la tierra de la dicha eterna, el hogar permanente de los creyentes correctos, y lo opuesto del Infierno.

“Creó siete cielos en dos días, y decretó para cada cielo Sus órdenes, y embelleció el cielo de este mundo con estrellas luminosas que son una protección [para que los demonios no asciendan y escuchen las órdenes divinas]. Éste es el decreto del Poderoso, Omnisciente”.

(Corán 41:12)

“Su Señor les albricia [que serán recompensados en la otra vida] con Su misericordia, Su complacencia, y con jardines en los que disfrutarán permanentemente. Vivirán por siempre en ellos; ciertamente Dios les tiene reservada una recompensa grandiosa”. 

(Corán 9:21-22)

Las maravillas de Dios

El Profeta Muhammad ascendió a los cielos desde la roca que ahora está cubierta por el familiar domo dorado, que se ha convertido en el símbolo de Jerusalén. Este es un viaje que ningún otro ser humano había hecho antes ni ha hecho desde entonces. Esto demuestra la habilidad de Dios para realizar lo que parece imposible. Aquí, el concepto del tiempo y del espacio como lo conocemos no aplica, y está más allá de las capacidades humanas entender la verdadera omnipotencia de Dios. En sus dichos y tradiciones, el Profeta Muhammad describió la inmensidad de los cielos: el primer cielo, comparado con el segundo, es similar a un simple anillo en las inmensas arenas del desierto, y continuó su narración hasta que describió al sexto cielo como un anillo en el desierto comparado con el séptimo cielo. La magnitud de esto es inimaginable. Nuestra tierra, y lo que llamamos el universo, están contenidos dentro del primer cielo. Aún con el conocimiento científico del siglo XXI, no tenemos idea de lo grande que esto es, qué tanto se extiende el universo, o cuántas maravillas contiene.

El Profeta Muhammad viajó con el Ángel Gabriel hacia las alturas de los cielos. Juntos llegaron a la puerta del primer cielo, donde el Ángel Gabriel pidió permiso para entrar. Los guardianes de la puerta preguntaron: “¿Quién es?” A lo que Gabriel respondió: “Soy yo, Gabriel”. Los guardianes preguntaron entonces quién lo estaba acompañando, y cuando les dijo que era Muhammad, preguntaron si a él se le había dado la misión de guiar a toda la humanidad a la adoración al Dios Único. El Ángel Gabriel respondió afirmativamente, así que los ángeles guardianes le dieron la bienvenida al Profeta Muhammad, dijeron que era un placer recibirlo, y abrieron la puerta.

Saludando a los Profetas

El Profeta Muhammad nos dice que vio a su padre Adán, el padre de toda la humanidad. Lo saludó con el saludo de todos los musulmanes: Assalamu alaikum (que la paz sea contigo). Adán le devolvió el saludo y expresó su fe en la profecía de Muhammad. Lo llamó su hijo puro, el Profeta puro. Imagine el placer que esta reunión debió producir en ambos hombres. Después de miles de años, Adán pudo ver a su hijo Muhammad, el mayor de sus descendientes. Muhammad pudo ver a los ojos al padre de la humanidad. Las maravillas, sin embargo, apenas comenzaban. El Ángel Gabriel y el Profeta Muhammad ascendieron entonces al segundo cielo.

En la puerta, el Ángel Gabriel también pidió permiso para entrar. Cuando los guardianes supieron que el Profeta Muhammad había recibido su misión y quería entrar, le dieron la bienvenida y le abrieron la puerta. Allí, el Profeta Muhammad vio a los dos primos, el Profeta Juan (conocido en la tradición cristiana como “el Bautista”) y el Mensajero de Dios, el Profeta Jesús; el Profeta Muhammad intercambió saludos con ellos.

El Profeta Muhammad y el Ángel Gabriel ascendieron de nuevo a las puertas del tercer cielo. En cada puerta tuvo lugar la misma escena. Cuando los ángeles guardianes establecían que se trataba del Ángel Gabriel en compañía del Profeta Muhammad, quien en verdad había recibido su misión, le daban permiso de entrar. Aquí, en el tercer cielo, el Profeta Muhammad se encontró con el Profeta Yusuf (José) y lo describió como la encarnación de la mitad de toda la belleza que existe.

Siempre que el profeta Muhammad se encontraba con los Profetas en cada cielo, intercambiaba saludos con ellos, y éstos siempre fueron Assalamu alaikum, el saludo de paz utilizado por todos aquellos sometidos al Único Dios Verdadero. En el cuarto cielo, el Profeta Muhammad conoció al Profeta Idris, de quien Dios dijo en el Corán (19:57) que fue elevado a un nivel muy alto. En el quinto cielo, conoció al Profeta Aarón, el hermano de Moisés. En cada reunión, los Profetas expresaron su fe en la profecía de Muhammad. En el sexto cielo, el Profeta Muhammad conoció a Moisés.

Cada vez que el Profeta Moisés es mencionado al Corán o en las narraciones del Profeta Muhammad, sabemos que algo importante está a punto de ser descrito. Después que los dos Profetas habían intercambiado saludos y el Profeta Moisés había expresado su fe en la profecía de Muhammad, Moisés comenzó a llorar. Cuando se le preguntó el por qué, respondió: “Un joven ha venido después de mí, y más de sus seguidores entrarán al Paraíso que de los míos”.

Hasta el advenimiento del Islam, el Profeta Moisés había tenido más seguidores que cualquier otro Profeta. Moisés lloró, y por ello podemos entender que hay cierto tipo de rivalidad entre los Profetas, pero no es una competencia llena de celos o envidia. Por el contrario, está llena de compasión. A medida que avancemos en el viaje, veremos el amor y la compasión que el Profeta Moisés tuvo por Muhammad y sus seguidores. El Profeta Muhammad y el Ángel Gabriel ascendieron entonces hacia el séptimo cielo.

  1. Diccionario de la Real Academia Española.