“¡Oh, Gente del Libro! Convengamos en una creencia común a nosotros y vosotros: No adoraremos sino a Allah, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como divinidad fuera de Allah. Y si no aceptan decid: Sed testigos de nuestro sometimiento a Allah.”
Al-Bujari registró el relato de Abu Sufián, que por aquel entonces era pagano, cuando el Rey de Bizancio lo llamó. Abu Sufián dijo que Heraclio lo envió en compañía de unos jinetes de la tribu de Quraish que iban a Siria a comerciar, en la época en que el Mensajero de Allah estaba en una tregua con Abu Sufián y los paganos Quraish. Estos fueron ante Heraclio cuando estaban en la ciudad de Ilya[1]. Heraclio lo invitó a su corte y con él estaban los grandes hombres de Roma. Los citó a ellos y a su intérprete.
Le preguntó entonces a Abu Sufián y sus compañeros: “¿Cuál de ustedes es el más cercano a este hombre que dice ser Profeta?”
Abu Sufián respondió: “Yo soy el más cercano a él en sangre”.
Heraclio les dijo: “Tráiganlo junto a mí y que sus compañeros permanezcan detrás de él”. Luego le dijo a su intérprete: “Diles (a sus compañeros): Le preguntaré a este (Abu Sufián) por el hombre que dice ser Profeta, y si miente, deben refutarlo”.
Abu Sufián dijo: “¡Por Allah! Si no fuera por la vergüenza de que me endilguen una mentira, habría mentido sobre él. La primera pregunta que hizo sobre él fue: ¿Cómo se considera su linaje entre ustedes?”. Abu Sufián respondió: “Es de un noble linaje entre nosotros”.
Luego preguntó: “¿Alguien de ustedes ha pretendido ser profeta antes de él alguna vez?”
Le dije: “No”.
Él dijo: “¿Alguno de sus ancestros fue rey?”
Le dije: “No”.
Él dijo: “¿Sus seguidores son nobles personas o débiles?”
Le dije: “Son los débiles”.
Él dijo: “¿Aumentan o disminuyen?”
Le dije: “Aumentan”.
Él dijo: “¿Alguno de ellos abandonó su religión por molestia después de haberla adoptado?”
Le dije: “No”.
Él dijo: “¿Él traiciona?”
Le dije: “No. Pero ahora estamos en tregua con él y no sabemos lo que hará”.
Abu Sufián añadió: “Es lo único que puedo decir en su contra”.
Heraclio preguntó luego: “¿Fueron a la guerra con él?”.
Le dije: “¡Sí!”
Él dijo: “¿Cómo fue la guerra con él?”.
Le dije: “La victoria alterna entre nosotros. A veces gana él y a veces ganamos nosotros”.
Él dijo: “¿Qué les ordena hacer?”
Le dije: “Él nos dice: ‘Adoren solamente a Dios y no le asocien nada en la adoración y denle la espalda a lo que dicen sus padres’. Él fomenta la oración, la honestidad, la probidad y la bondad con los seres queridos y parientes”.
Heraclio le dijo entonces a su intérprete: “Dile: Te pregunté por su linaje y me dijiste que tiene un linaje noble entre ustedes. Ese era el caso de todos los Mensajeros. Ellos fueron enviados a su pueblo de un linaje noble.
Te pregunté si alguno había dicho ser lo que él dice ser y me dijiste que no. Y te digo: Si alguien antes que él dijo ser lo que él dice ahora, yo habría dicho que él repite lo que otros dijeron antes que él.
Te pregunté si alguno de sus antepasados había sido rey y me dijiste que no. Si alguno de sus antepasados hubiera sido rey, yo habría dicho que él está reclamando el trono de su padre.
Te pregunté si alguna vez sospechaste de que él haya mentido antes de decir lo que dijo y me dijiste que no. Puedo saber, entonces, que él no podría haberles mentido a las personas y a Dios.
Te pregunté si sus seguidores son los nobles o los débiles y me dijiste que sus seguidores son los débiles. Sí, esos son los seguidores de los Mensajeros.
Te pregunté si alguno de sus seguidores abandonó su religión por molestia después de haberla adoptado y me dijiste que no. Sí, así es como la fe penetra en los corazones.
Te pregunté si él traiciona y me dijiste que no. Eso es lo que hacen los Mensajeros. Jamás traicionan.
Y te pregunté qué les ordena hacer y me dijiste qué él les ordena adorar solamente a Allah sin asociarle nada ni nadie, que fomenta la oración, la honestidad y la castidad; que les prohíbe adorar ídolos. Si todo eso es cierto, él habrá de controlar donde yo estoy ahora. Sé que dicho Profeta surgiría pero no pensé que fuera uno de ustedes. Si hubiera sabido que lo conocería, habría ido hasta encontrarme con él. Y si estuviera en su presencia, le habría lavado los pies”.
Luego pidió la carta del Mensajero de Allah que envió con Dihia al gobernante de Busra. Le entregaron la carta a Heraclio y éste la leyó.
La carta decía:
En el Nombre de Dios, Lleno de Gracia, el Más Piadoso, de Muhammad, el Mensajero de Allah, a Heraclio, rey de Bizancio. La paz sea con quien sigue la guía. Lo invito al Islam. Acepte el Islam y estará seguro y Allah le dará el doble de recompensas. Pero si le da la espalda, será responsable de los pecados de su pueblo.
Al-Bujari, capítulo sobre la revelación.
El segundo testimonio
El evangelista contemporáneo John Cent dijo: “Después de leer profusamente sobre el Islam y sus principios que sirven a los individuos y a la sociedad, y su justicia a la hora de establecer una sociedad basada en fundamentos de equidad y monoteísmo, me encontré adoptando el Islam con todo mi sentido y espíritu e hice una promesa ante Allah, glorificado sea, de que sería un propagador del Islam, y un evangelizador de su guía en todas partes del mundo”.
Este hombre ha llegado a ese grado de certeza después de estudiar el Cristianismo y formarse profusamente en él. Descubrió que no le brindaba respuestas a muchas de las inquietudes del ser humanos. Por eso comenzó a dudar del mismo. Más tarde, estudió el comunismo y el Budismo, pero tampoco encontró allí lo que quería, por lo que finalmente estudió en profundidad el Islam, lo adoptó como creencia y práctica, y terminó convocando a las personas a que crean en ese mensaje.[2]
- Ciudad en Siria.
- Ad-Din Al-Fitri Al-Abadi por Al-Mubashshir At-Taraazi Al-Husayni 2 p. 319.