Mi cuerpo es mi propio asunto. Nadie puede decirme cómo debo verme o si soy o no hermosa. Yo sé que hay más en mí que sólo eso. También soy capaz de decir “no” con comodidad cuando la gente me pregunta si me siento como si mi sexualidad estuviera siendo reprimida. He tomado el control de mi sexualidad. Estoy agradecida de que nunca tendré que sufrir la suerte de tratar de perder o ganar peso o de tratar de encontrar el color de lápiz labial exacto que haga tono con el color de mi piel. He tomado decisiones acerca de lo que son mis prioridades y esas no están entre ellas.
Probablemente no encajo dentro de la noción preconcebida de una “rebelde”. No tengo tatuajes visibles ni un piercing y no poseo una chaqueta de cuero. De hecho, cuando la mayoría de la gente me mira, su primer pensamiento está usualmente relacionado con la idea de “mujer oprimida”. Los valientes individuos que se han armado de coraje para preguntarme acerca de la forma en la que me visto usualmente tienen preguntas como: “¿Tus padres te hacen vestir eso?”; o: “¿No te parece eso realmente injusto?”
Hace un tiempo, un par de niñas en Montreal fueron expulsadas del colegio por vestirse como lo hago yo. Parece extraño que un pequeño pedazo de tela pudiera lograr tal controversia. ¡Tal vez el temor es que tenga escondida una Uzi debajo de él! Evidentemente, el asunto en cuestión es más que un simple pedazo de tela. Yo soy una mujer musulmana quien, como millones de otras mujeres musulmanas a lo ancho del planeta, escogió usar el hiyab. El concepto del hiyab, contrario a la opinión popular, es de hecho uno de los aspectos más importantes de empoderamiento femenino.
Cuando me cubro, hago virtualmente imposible para las personas que me juzguen de acuerdo con mi físico. Yo no debo ser juzgada debido a mi grado de atracción o debido a la falta de ella.
Comparen esto con la vida en la sociedad de hoy: estamos constantemente midiéndonos los unos con los otros sobre la base de nuestra ropa, joyas, pelo y maquillaje. ¿Qué clase de profundidad puede haber en un mundo como este?
Sí, yo tengo un cuerpo, una manifestación física en esta Tierra. Pero éste es el recipiente de una mente inteligente y un espíritu fuerte. ¡No es para que lo use en avisos para vender desde cerveza hasta carros!
Debido a la superficialidad del mundo en el que vivimos, las apariencias externas son enfatizadas tanto que el valor del individuo no cuenta para casi nada. ¡Es un mito que las mujeres en la sociedad de hoy estén liberadas! ¿Qué clase de libertad puede haber cuando una mujer no puede caminar por una calle sin que le estén “chequeando” cada aspecto de su físico?
Cuando yo visto el hiyab me siento a salvo de todo eso. Puedo descansar con la seguridad de que nadie me está mirando y haciendo presunciones acerca de mi carácter de acuerdo con la longitud de mi falda. Hay una barrera entre mí y aquellos que me explotarían. Yo soy primero y antes que todo un ser humano, igual a cualquier hombre, y no vulnerable debido a mi sexualidad.
Una de las verdades más tristes de nuestro tiempo es la cuestión del mito de la belleza y la autoimagen femenina. Al leer las revistas populares de adolescentes, uno puede instantáneamente encontrar qué clase de imagen corporal está “in” o “out”; y si tienes el tipo de cuerpo “incorrecto”, bueno, entonces simplemente vas a tener que cambiarlo, ¿o no? Después de todo, no hay forma de que tengas sobrepeso y aún seas bello/a.
Mira cualquier aviso. ¿Está siendo usada una mujer para vender el producto? ¿Qué edad tiene ella? ¿Qué tan atractiva es? ¿Qué está vistiendo? Con mucha frecuencia, aquella mujer no tendrá más de sus tempranos 20 años, será más alta, más delgada y más atractiva que el promedio, y estará vestida con escasa ropa. ¿Por qué permitimos nosotras ser manipuladas de esta forma?
Ya sea que la mujer de los años 90 desee o no creerlo, ella está siendo forzada dentro de este molde. Ella está siendo coaccionada a venderse a ella misma, a comprometerse a ella misma. Esta es la razón por la cual tenemos niñas de 13 años de edad metiéndose los dedos en sus gargantas y adolescentes con sobrepeso que se suicidan.
Cuando la gente me pregunta si me siento oprimida, puedo contestarles honestamente que no. Yo tomé esta decisión por mi propia voluntad. Me gusta el hecho de saber que estoy tomando el control de la forma en la que otras personas me perciben. Disfruto el hecho de que yo no le doy a nadie nada qué mirar y de que me he liberado a mí misma de la esclavitud del péndulo oscilante de la industria de la moda y de otras instituciones que explotan a las mujeres.
Entonces, la próxima vez que me veas, no me mires con compasión. ¡No estoy bajo presión o una mujer adoradora de hombres, cautiva de aquellos bárbaros desiertos árabes! Yo he sido liberada.