Un Análisis Lógico de Su Afirmación

Como ya se ha tratado antes, Muhammad afirmó: ‘Yo soy un Mensajero de Dios’.  Mintió sobre su afirmación o bien no lo hizo. Comenzaremos asumiendo lo primero e investigaremos todas posibilidades que surgen de los escépticos del pasado y del presente, discutiendo algunas de sus ideas. Sólo si todas las demás posibilidades se agotan uno puede razonablemente afirmar que la única posibilidad restante es que él decía la verdad. También investigaremos lo que dice el Corán respecto al tema.

¿Era un mentiroso?

¿Es posible que un mentiroso afirme por un período de 23 años con una inquebrantable certitud que es un profeta como Abraham, Moisés y Jesús, que no habrá otros profetas después de él, y que las escrituras que le han sido enviadas permanecerán como su perdurable milagro hasta el fin de los tiempos?

Un mentiroso cometerá faltas en algún momento, tal vez con un amigo, tal vez con un familiar, con alguien cometerá un error. Su mensaje, llevado por dos décadas, se contradecirá alguna vez. Pero lo que vemos es que las escrituras que trajo carecen de inconsistencias internas, su mensaje fue consistente a lo largo de toda su misión.[1]

La historia de su vida se preserva como un libro abierto para que todos la lean. Antes del Islam, su propio pueblo lo reconocía como digno y confiable, un hombre honesto, una persona de integridad, que no mentía.[2]  Gracias a eso lo llamaban “Al-Amín”, o “El Confiable” porque estaba fuertemente en contra de la mentira. ¿Es posible que sostenga una mentira por 23 años, una mentira tan monstruosa que lo convierta en un marginado social, cuando era reconocido por no mentir ni siquiera una sola vez? Es simplemente lo contrario a la psicología de los mentirosos.

Si uno se preguntase por qué alguien proclamaría la profecía y mentiría, la respuesta sería una de las dos siguientes:

1)  Fama, gloria, riqueza y estatus.

2)  Progreso Moral.

Si dijéramos que Muhammad clamó la profecía por fama, gloria, riqueza y estatus, veríamos que lo que realmente ocurrió fue lo contrario. Muhammad, antes de afirmar su profecía disfrutaba de un alto estatus en todos sus aspectos. Pertenecía a una de las tribus más nobles y era conocido por su veracidad. Después de su afirmación, se convirtió en un marginado social. Él y sus seguidores enfrentaron durante 13 años en la Meca insoportables torturas, que llevaron a la muerte a algunos de sus seguidores, burlas, sanciones y la exclusión de la sociedad.

Había muchas otras maneras en las que una persona pudiese ganar fama en la sociedad de esos tiempos, mayormente a través del valor y la poesía. Si Muhammad hubiese afirmado que él mismo era el autor del Corán, como lo explicaremos mas adelante, eso hubiese sido suficiente para que su nombre y la poesía lo hubiese gravado en oro y colocado en la Ka’bah para toda la eternidad, con en el mundo entero alabándolo. Sin embargo, él no proclamó ser el autor del esa revelación, sino que informó que el autor era Dios, causando su ridiculización en su época y hasta en la nuestra.

El Profeta estaba casado con una mujer adinerada, y disfrutaba de las comodidades de la vida de esa época. Pero después de su afirmación de la profecía, se convirtió en uno de los hombres más pobres. Pasaba días sin encender el fuego para cocinar su hogar, en una ocasión el hambre lo llevó a la mezquita a pedir comida. Los líderes de la Meca en esos momentos le ofrecieron riquezas a cambio de que dejara de divulgar su mensaje. Como respuesta a su ofrecimiento, él recitó los siguientes versículos del Sagrado Corán (41:1-38.11).

“Por cierto que quienes dicen: Nuestro Señor es Dios y obran correctamente, descienden sobre ellos los Ángeles [en la agonía de la muerte y les dicen:] No temáis [a la muerte y a lo que vendrá después de ella] ni os apenéis [por la separación con vuestros familiares], sino alegraos con el Paraíso que se os prometió [como recompensa]. Nosotros somos vuestros protectores en la vida mundanal y en la otra; sabed que tendréis allí todo cuanto deseéis y se os concederá lo que pidáis. Ésta es la recompensa del Absolvedor, Misericordioso. Quién puede expresar palabras más bellas que aquel que exhorta a los hombres a creer en Dios, obra rectamente, y dice: ¡Ciertamente me cuento entre quienes se someten a Dios! No se equipara obrar el bien y obrar el mal. Si eres maltratado responde con una buena actitud [sabiendo disculpar], y entonces verás que aquel con quien tenías una enemistad se convertirá en tu amigo ferviente. Esto no lo lograrán sino quienes son perseverantes y pacientes; no lo lograrán sino quienes [por su buena actitud] reciban una gran recompensa [en esta vida y la otra]”

(Corán 41:30-35)

Si se dijese que Muhammad mintió y afirmó ser profeta para producir reformas morales y religiosas a una sociedad decadente, este argumento es vano en sí mismo, ya que no es posible brindar moral a través de una mentira. Si Muhammad gustaba tanto de defender y predicar la moral y la adoración a Un sólo Dios, entonces, ¿Podría haber mentido para lograr eso? Si decimos que esto no es posible, la única respuesta viable es que decía la verdad. La única otra posibilidad es que estuviera loco.