La Batalla en el Monte Uhud
De hecho, el año siguiente, un ejército de tres mil hombres llegó desde La Meca para destruir Yazrib. La primera idea del Profeta fue meramente defender la cuidad, un plan aprobado por Ibn Ubayy, el líder de ‘los hipócritas’. Pero los hombres que lucharon en Badr, creyendo que Dios los ayudaría a pesar de todos los pronósticos, pensaban que era algo lamentable que tuviesen que quedarse tras los muros.
El Profeta, de acuerdo con su fe y entusiasmo, les cedió paso, y partieron con un ejército de mil hombres hacia el monte Uhud, donde acampó el ejército. Ibn Ubayy se retiró con sus hombres, que eran un tercio del ejército. A pesar de todos los pronósticos, la batalla en el monte Uhud hubiese sido una victoria mayor de la de Badr para los musulmanes, si no hubiese sido por la desobediencia del grupo de cincuenta arqueros que el profeta había colocado para cuidar el paso a la caballería del enemigo. Viendo a sus compañeros victoriosos, los hombres dejaron sus puestos, temiendo perder su parte en el reparto del botín. La caballería de Quraish se dirigió al lugar y cayó sobre los musulmanes. El Profeta mismo fue herido y se dijo que había sido asesinado, hasta que lo reconocieron y se dieron cuenta de que estaba vivo; con lo cual todos se unieron. Reunidos alrededor del Profeta, se retiraron, dejando a los hombres muertos en la colina. El campo pertenecía a los mecanos, y ahora las mujeres de Quraish se movían entre los cuerpos, lamentando sus muertos y mutilando a los muertos musulmanes. Hamzah, el joven tío del profeta y amigo de la infancia, estaba entre los últimos, y la abominable Hind, esposa de Abu Sufian, quien cargaba un rencor particular contra Hamzah y había ofrecido una recompensa al hombre que lo matara, masticó su hígado, arrancado de su cuerpo todavía caliente. Al día siguiente, el Profeta nuevamente marchó con lo que quedaba del ejército, Quraish podría oír que él estaba en el campo de batalla y tal vez impedirle el ataque a la ciudad. La estrategia fue exitosa, gracias al comportamiento de un beduino amigable que encontró a los musulmanes, conversó con ellos y luego se encontró con el ejército de Quraish. Cuestionó a Abu Sufian, le dijo que Muhammad se encontraba en el campo más fuerte que nunca, y con sed de revancha por el día anterior. A causa de esa información, Abu Sufian decidió regresar a La Meca.
Masacre de los musulmanes
La derrota que sufrieron en el monte Uhud disminuyó el prestigio ante las tribus árabes y también ante los judíos de Yazrib. Tribus que se habían inclinado hacia los musulmanes se inclinaban ahora hacia Quraish. Los seguidores del Profeta fueron atacados y asesinados cuando salían en pequeños grupos. Jubaib, uno de sus enviados, fue capturado por una tribu y vendido a Quraish, quienes lo torturaron hasta la muerte ante la gente de La Meca.
Expulsión de Bani Nadhir
Los judíos, a pesar de su pacto con los musulmanes, casi nunca ocultaban su hostilidad. Comenzaron a negociar alianzas con Quraish y los ‘hipócritas’, y hasta intentaron asesinar al Profeta. El Profeta se vio obligado a realizar actos punitivos en contra de algunos de ellos. La tribu de Bani Nadhir fue asediada en sus fuertes torres, sometida y obligada a emigrar.
La Batalla del Foso
Abu Sufian debió haber entendido que el antiguo juego de pagar con la misma moneda ya no era válido. O los musulmanes eran destruidos o el juego se perdía para siempre. Con grandes destrezas diplomáticas partió formando una confederación de tribus beduinas, algunas, sin lugar a dudas, se oponían a los musulmanes, pero otras sólo querían el botín, y al mismo tiempo comenzó silenciosamente a sondear a los judíos en Medina buscando una posible alianza. En el quinto año de Hégira (627 D.C.) partió con 10.000 hombres, el ejército más grande jamás visto en la región occidental de la Península árabe. Medina pudo reunir unos 3.000 hombres para oponerse a ese ejército.
El Profeta presidió un consejo de guerra, y esta vez nadie sugirió salir a encontrarse con el enemigo. La pregunta era cómo la ciudad podría ser defendida de la mejor manera. A esta altura Salmán el persa, un antiguo esclavo que se había convertido en uno de los compañeros más cercanos, sugirió que se excavara un foso para unir los puntos defensivos más fuertes formados por los campos de lava y las fortificaciones. Esto era algo que no se escuchaba a menudo en Arabia, pero el Profeta apreció de inmediato los méritos del plan y el trabajo comenzó de inmediato, él mismo acarreó escombros sobre su espalda.
El trabajo estuvo casi terminado cuando el ejército de los aliados apareció en el horizonte. Mientras que los musulmanes esperaban el asalto, llegaron noticias de Bani Quraidhah, una tribu judía de Yazrib que hasta ese momento, había sido leal, que se había aliado con el enemigo. El caso parecía apremiante. El Profeta llevó a cada hombre disponible al pozo, dejando la ciudad misma bajo el comando de una compañero ciego, esperaron al enemigo con una lluvia de flechas al llegar al inesperado obstáculo. Nunca lo cruzaron, pero permanecieron en posición por tres o cuatro semanas, intercambiando flechas e insultando a los defensores. El tiempo se volvió severo, con vientos helados y tremendos aguaceros, y esto fue demasiado para los árabes aliados. Esperaban botines fáciles y vieron que nada ganarían escondiéndose tras un pozo embarrado bajo el agua y viendo a sus animales morir por falta de forraje. Se retiraron para pesar de Abu Sufian. El ejército se desintegro y él mismo fue forzado a retirarse. El juego había terminado. Había perdido.